jueves, 18 de noviembre de 2010

Posible lectura para el futuro

Navegando por ese increíble mundo de internet me he encontrado el post de Guillermo Urbizu que recomendaba encarecidamente esta novela. Cada una de las líneas que invitaba a leerla me convencía más. Como no podía ser de otra manera la memoria me llevaba al Encuentro Miguel Delibes. Ojalá os convenza a todos y nos llevebe a comentarla algún día.

"Iván Alexandrovich Goncharov (1812-1891). He aquí un escritor ruso relativamente desconocido. Un escritor que pasa muy desapercibido hasta para los más concienzudos lectores. Un escritor de obra breve (tres novelas y un libro de viajes). Un escritor que junto a Tolstói, Turguéniev o Dostoievsky, forma parte de la “edad de oro” de la narrativa rusa. Un escritor que me ha dejado sin aliento. No paro de recomendarlo, de hablar de él, de citarlo, de pensarlo… Mi entusiasmo es evidente. Su gran obra es Oblómov (editada entre nosotros por Alba en la impecable traducción de Lydia Kúper de Velasco, editorial que también ha editado Una historia corriente). Su lectura me ha conmocionado y conmovido. Tanto es así que la he leído dos veces. Nunca había hecho esto. Pues tal cual concluí la primera lectura, di comienzo a la segunda. A veces hay que leer dos veces las cosas para calar más hondo, o simplemente para volver a disfrutarlas. Mi ejemplar de Oblómov está lleno de escolios y consideraciones, de apuntes de todo tipo. Han sido abundantes las horas que he disfrutado en su compañía. De día y de noche. “¿Tan bueno es ese libro?”, me preguntan. Pues sí, lo es. Yo diría que indispensable. Es una de las novelas más hermosas que he leído en toda mi vida.
Para otros los análisis filológicos y estilísticos. ¿Qué hacemos en la vida? ¿Qué hacemos con la vida, con nuestras vidas? Esa es columna vertebral de la novela (que trasciende la pereza del protagonista como vicio). Iliá Ilich Oblómov no deja de hacerse estas consideraciones. Matizadas por otros personajes, como su gran amigo Andréi Ivánich Shtolz, o su gran amor, Olga Serguéievna (no desvelo más sobre dichos amores y sus consecuencias). Es preciso hacerlo, aprovechar cada segundo. El entusiasmo de Oblómov existe, pero enseguida se ve vencido por “su carácter tímido y apático”. Pero se da cuenta, percibe la magnitud extraordinaria de la vida –“¡Dios mío! ¡Qué magnífico es vivir!”-, de que hay que luchar por nuestros anhelos, por nuestro modelo de vida. “Los días luminosos no perduran, pasan veloces y la vida fluye, fluye sin cesar, y todo, todo queda destrozado de nuevo”. Sí, se da cuenta, y no para de cavilar en sus ensueños, tumbado en el diván, con su batín (que es como el uniforme de su pereza, de su congénita indolencia…). Jamás ha pasado penurias ni necesidad alguna. Su siervo Zajar está con él desde niño, y nunca se ha puesto él mismo las medias ni las botas. La realidad de ahí fuera le asusta. Pero es necesario salir de esa situación. ¿Cómo? ¿Cómo? La vida no le deja en paz y él sólo quiere descansar, tener sosiego.


La leal amistad de Shtolz casi conseguirá lograr arrancar su existencia de semejante apatía.”Dios ama el trabajo”, le dirá. O también: “El hombre ha sido creado para hacerse a sí mismo y cambiar, incluso, su propia naturaleza”. Aunque el amor de Olga será en la vida de Oblómov el clímax de una posible felicidad, la posibilidad más plausible de un cambio radical. Olga creyó que “el amor acabaría por vencer la pereza de su espíritu”. Oblómov considera este enamoramiento como un poema, como lo más grande y mejor que le ha podido suceder. “Porque la vida es poesía”. ¿Qué ocurre pues? Percibe que el poema concluirá y que él no sería capaz de hacer feliz a Olga en la vida real. Eso es lo que pasa. Y se tortura… Se ve como un ensayo previo en la vida sentimental de Olga. Pero a la vez ve que “sin ti no concibo la vida; por la noche sueño con valles llenos de flores. Cuando te veo soy bueno, activo; cuando tú no estás me aburro, me domina la pereza, quiero tumbarme y no pensar en nada…”.

Oblómov intenta levantarse, intenta salvarse, redimirse, llevar adelante los planes tantas veces pensados, soñados. Ese ideal de vida que él tiene. Y nada. Contempla la realidad desde fuera, como si él estuviera exento. E incluso hace su propia crítica social. Respecto a la vida de sociedad es drástico: “¡Vaya una vida! ¿Qué puedo encontrar allí? ¿Algo que interese a mi corazón, a mi cabeza? No existe nada en el fondo de todo eso, no existe; nada hay allí de profundo, nada que te llegue al alma. Todos esos miembros de la sociedad están muertos, son hombres más dormidos que yo”. Habla de la ridiculez de la fama, de las risas falsas, de todos los que creen estar por encima de los demás… ¿No es perfectamente actual? Y sigue más adelante: “Ni uno solo te mira con ojos límpidos, serenos. Se contagian unos a otros de angustia, de inquietud dolorosa, buscan afanosamente algo. Pero no el bien para sí y los demás, ni tampoco la verdad (…). Bajo ese interés universal se oculta la vaciedad, el desinterés por todo”. Con anterioridad, en la primera parte del libro, ya había comentado Oblómov: “Algunos no tienen otra cosa que hacer más que hablar. Es su vocación”.

Mentiría si no dijera que uno es también un poco “oblomovista”. La “oblomovitis” es más común de lo que suponemos. Pero que en ello no todo es pereza o desencanto o negligencia. Oblómov atrae al lector porque le pone ante sí mismo, y le desafía, y es natural. Todos desearíamos poder elegir con más perspicacia y detenimiento, y ser un poco como él, presentarnos sin máscaras, tal y como somos. Porque nada es lo que parece. Su amigo Shtolz le conoce muy bien y lo retrata: “Tiene una cualidad que vale más que toda inteligencia: ¡Un corazón honrado y fiel! (…) Quien le conoce, no deja de quererle”. Y es realmente así. En fin, una novela de introspección, de calado moral, donde la acción es más interior que exterior. Una novela que es una historia de amor; de amor a una vida sencilla, tranquila, sin aspavientos. Una novela magnífica, que está entre las más grandes. Así de claro."

Fdo: Tertuliano del encuentro

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