jueves, 18 de noviembre de 2010

Como sabéis, por circunstancias familiares, no he podido asistir personalmente a los últimos encuentros, sin embargo, y debido precisamente a esas circunstancias, he tenido ocasión de dedicar más tiempo a la lectura. Quería aprovechar este foro para recomendaros uno de los libros que he leido recientemente. Se trata de "El País de García", del autor aragonés no muy conocido José Viente Torrente Secorún (Huesca 1920, Madrid 2006). Libro de fácil lectura, extremadamente ameno, que aúna una historia "picaresca" en la que se relatan numerosas historietas de los personajes que el protagonista va encontrando en su periplo junto a su maestro, Don Dimas, por toda la geografía de la provincia de Huesca, con una apasionante guía histórico-artística del Alto Aragón, y por tanto de la historia del Reino de Aragón, no en vano su título se refiere a D. García uno de los primeros monarcas aragoneses. Reproduzco a continuación una entrada de Luis Borrás en el blog "aragonliterario", que suscribo por completo, reconociendo que yo no podría haber hecho un comentario mejor:

El país de García


El país de García” es el título de una novela de José Vicente Torrente Secorún -diplomático y escritor, nacido en Huesca en 1920 y que murió hace poco más de un año en Madrid- que publicó por vez primera la editorial destino en 1972. En el año 2004 la colección Larumbe de clásicos aragoneses tuvo el acierto de volverla a publicar con edición, introducción y notas a cargo de Javier Barreiro.
“El país de García” no es tan sólo una original novela itinerante o de viaje al estilo de “El lazarillo español” de Ciro Bayo. Es más que una narración picaresca que se relaciona con el Pedro Saputo de Foz, el Quijote de Cervantes y el pensamiento de Baltasar Gracián. Es mucho más que una simple guía histórico-artística de todo Huesca. Para mí, la novela de Torrente Secorún es, sobre todo, una enorme y extraordinaria demostración de amor y pasión. Y es que no tenemos en la literatura de Aragón otro ejemplo igual de un viaje por toda la provincia de Huesca, que tenga a su territorio como principio y fin, argumento y decorado de una novela; otro ejemplo en el que Huesca sea protagonista absoluta de la imaginación y la palabra de un hombre que anduvo sus caminos e invento una deliciosa comedia con el único objeto de tener una excusa para hablarnos de ella, poner en nuestra boca su nombre.
Porque en “El país de García”, detrás de sus caminantes, sus personajes curiosos y excéntricos aparecen las comarcas de Huesca y sus pueblos, el secano, el amargo pan de la emigración y la trascendencia del agua en la vieja historia de Aragón. Entre sablazos de bohemios, coleccionistas de moscas, grillos y enanitos y un cojo que tenía 37 patas de palo se nos habla de los hombres de Huesca, de los que existieron en realidad y la llevaron a su nombre unido.
Entre alborotapueblos, anarquistas, señoricos con ilusiones literarias y espíritus volanderos con vocación de caminantes surgen montes y llanuras; pueblos fortificados, castillos; reconquista para buscar tierras de pan; ermitas, monasterios, catedrales y conventos. Entre las penalidades de un empresario de espectáculos feriantes, ciegos cantantes de romances que recorren los pueblos con sus romancillos de santos y crímenes sonados surgen los guerreros, los panteones de nobles y tumbas de reyes; San Juan de la Peña, San Victorián y Santa Cruz de la Serós, los orígenes del reino de Aragón.
Entre sus páginas están escritos y guardados sus paisajes y su arte, su vieja historia y su difícil destino. Toda una reivindicación, un auténtico y sincero homenaje.
Tan solo por haber escrito este libro, Torrente Secorún, ya merecería el reconocimiento de sus paisanos. Pero es que Torrente escribió siete novelas más. “En el cielo nos veremos”, que estuvo entre los finalistas del premio nadal de 1955, narra las andanzas americanas de Beniter, hijo de una humilde familia de un pueblo oscense. “El becerro de oro” está basado en la historia real de una familia oscense. La acción de “Los sucesos de Santaolaria” transcurre en un imaginario pueblo de Huesca. E Incluso en “Tierra caliente”, que está ambientada en el caribe, aparece Evangelino Cerezo, natural de Tabernas de Isuela.
Huesca siempre presente en lo profundo del recuerdo, en la vida y obra de Torrente, en la intimidad de lo inolvidable.
José Vicente Torrente fue un escritor ignorado por la crítica y ajeno a eso que se llama éxito. Supongo que fue así por no ser un funcionario de la literatura. Como explica Barreiro en su prólogo, Torrente, a pesar de sus múltiples obligaciones profesionales, procuró siempre dejar un espacio a lo que fue su gran ilusión de siempre, asistida por aptitudes nada comunes, la escritura.
Como diplomático estuvo destinado en Puerto Príncipe, Santo Domingo y Nueva York y fue embajador en Caracas. En la etapa final de su carrera ocupó puestos de gran importancia ya que entre 1966 y 1971 estuvo destinado en París como ministro encargado de los asuntos económicos y fue jefe de la oficina comercial, labor por la que el gobierno francés le concedió la Legión de Honor. En reconocimiento a su trayectoria diplomática se le nombró embajador de España y recibió la Gran Cruz del Mérito Civil.
Y hoy, doblando las esquinas, costanillas, plazas y cosos de la ciudad donde nació no encuentro recuerdo de su nombre. Recorriendo los límites de esa nueva Huesca que crece alejada de los muros de su vieja historia me encuentro entre los nombres de sus calles a la rosa y el clavel, el nardo y la violeta, la duda, las flores y desengaño. Y entonces, siento una tremenda tristeza por el pago en olvido, silencio y desprecio a cambio de todo el amor que le entregó un hombre.
Para el libro “Huesca en imágenes” editado por la CAI en 1980, José Vicente Torrente Secorún escribió un magnifico texto literario en el que se puede leer: “… mi viejo solar… te he visto, mirado y remirado con los ojos del recuerdo y la emoción del alma cuando lejos de ti estaba y hoy, al tratar de definirte me asalta un estremecido sentimiento hecho de amor entrañable y de miedo a no ser justo en todas tus virtudes…”
Que al menos una calle de Huesca no guarde el nombre de José Vicente Torrente Secorún es algo que me parece totalmente inexplicable.

Espero que os guste, un saludo.


Pablo

Posible lectura para el futuro

Navegando por ese increíble mundo de internet me he encontrado el post de Guillermo Urbizu que recomendaba encarecidamente esta novela. Cada una de las líneas que invitaba a leerla me convencía más. Como no podía ser de otra manera la memoria me llevaba al Encuentro Miguel Delibes. Ojalá os convenza a todos y nos llevebe a comentarla algún día.

"Iván Alexandrovich Goncharov (1812-1891). He aquí un escritor ruso relativamente desconocido. Un escritor que pasa muy desapercibido hasta para los más concienzudos lectores. Un escritor de obra breve (tres novelas y un libro de viajes). Un escritor que junto a Tolstói, Turguéniev o Dostoievsky, forma parte de la “edad de oro” de la narrativa rusa. Un escritor que me ha dejado sin aliento. No paro de recomendarlo, de hablar de él, de citarlo, de pensarlo… Mi entusiasmo es evidente. Su gran obra es Oblómov (editada entre nosotros por Alba en la impecable traducción de Lydia Kúper de Velasco, editorial que también ha editado Una historia corriente). Su lectura me ha conmocionado y conmovido. Tanto es así que la he leído dos veces. Nunca había hecho esto. Pues tal cual concluí la primera lectura, di comienzo a la segunda. A veces hay que leer dos veces las cosas para calar más hondo, o simplemente para volver a disfrutarlas. Mi ejemplar de Oblómov está lleno de escolios y consideraciones, de apuntes de todo tipo. Han sido abundantes las horas que he disfrutado en su compañía. De día y de noche. “¿Tan bueno es ese libro?”, me preguntan. Pues sí, lo es. Yo diría que indispensable. Es una de las novelas más hermosas que he leído en toda mi vida.
Para otros los análisis filológicos y estilísticos. ¿Qué hacemos en la vida? ¿Qué hacemos con la vida, con nuestras vidas? Esa es columna vertebral de la novela (que trasciende la pereza del protagonista como vicio). Iliá Ilich Oblómov no deja de hacerse estas consideraciones. Matizadas por otros personajes, como su gran amigo Andréi Ivánich Shtolz, o su gran amor, Olga Serguéievna (no desvelo más sobre dichos amores y sus consecuencias). Es preciso hacerlo, aprovechar cada segundo. El entusiasmo de Oblómov existe, pero enseguida se ve vencido por “su carácter tímido y apático”. Pero se da cuenta, percibe la magnitud extraordinaria de la vida –“¡Dios mío! ¡Qué magnífico es vivir!”-, de que hay que luchar por nuestros anhelos, por nuestro modelo de vida. “Los días luminosos no perduran, pasan veloces y la vida fluye, fluye sin cesar, y todo, todo queda destrozado de nuevo”. Sí, se da cuenta, y no para de cavilar en sus ensueños, tumbado en el diván, con su batín (que es como el uniforme de su pereza, de su congénita indolencia…). Jamás ha pasado penurias ni necesidad alguna. Su siervo Zajar está con él desde niño, y nunca se ha puesto él mismo las medias ni las botas. La realidad de ahí fuera le asusta. Pero es necesario salir de esa situación. ¿Cómo? ¿Cómo? La vida no le deja en paz y él sólo quiere descansar, tener sosiego.


La leal amistad de Shtolz casi conseguirá lograr arrancar su existencia de semejante apatía.”Dios ama el trabajo”, le dirá. O también: “El hombre ha sido creado para hacerse a sí mismo y cambiar, incluso, su propia naturaleza”. Aunque el amor de Olga será en la vida de Oblómov el clímax de una posible felicidad, la posibilidad más plausible de un cambio radical. Olga creyó que “el amor acabaría por vencer la pereza de su espíritu”. Oblómov considera este enamoramiento como un poema, como lo más grande y mejor que le ha podido suceder. “Porque la vida es poesía”. ¿Qué ocurre pues? Percibe que el poema concluirá y que él no sería capaz de hacer feliz a Olga en la vida real. Eso es lo que pasa. Y se tortura… Se ve como un ensayo previo en la vida sentimental de Olga. Pero a la vez ve que “sin ti no concibo la vida; por la noche sueño con valles llenos de flores. Cuando te veo soy bueno, activo; cuando tú no estás me aburro, me domina la pereza, quiero tumbarme y no pensar en nada…”.

Oblómov intenta levantarse, intenta salvarse, redimirse, llevar adelante los planes tantas veces pensados, soñados. Ese ideal de vida que él tiene. Y nada. Contempla la realidad desde fuera, como si él estuviera exento. E incluso hace su propia crítica social. Respecto a la vida de sociedad es drástico: “¡Vaya una vida! ¿Qué puedo encontrar allí? ¿Algo que interese a mi corazón, a mi cabeza? No existe nada en el fondo de todo eso, no existe; nada hay allí de profundo, nada que te llegue al alma. Todos esos miembros de la sociedad están muertos, son hombres más dormidos que yo”. Habla de la ridiculez de la fama, de las risas falsas, de todos los que creen estar por encima de los demás… ¿No es perfectamente actual? Y sigue más adelante: “Ni uno solo te mira con ojos límpidos, serenos. Se contagian unos a otros de angustia, de inquietud dolorosa, buscan afanosamente algo. Pero no el bien para sí y los demás, ni tampoco la verdad (…). Bajo ese interés universal se oculta la vaciedad, el desinterés por todo”. Con anterioridad, en la primera parte del libro, ya había comentado Oblómov: “Algunos no tienen otra cosa que hacer más que hablar. Es su vocación”.

Mentiría si no dijera que uno es también un poco “oblomovista”. La “oblomovitis” es más común de lo que suponemos. Pero que en ello no todo es pereza o desencanto o negligencia. Oblómov atrae al lector porque le pone ante sí mismo, y le desafía, y es natural. Todos desearíamos poder elegir con más perspicacia y detenimiento, y ser un poco como él, presentarnos sin máscaras, tal y como somos. Porque nada es lo que parece. Su amigo Shtolz le conoce muy bien y lo retrata: “Tiene una cualidad que vale más que toda inteligencia: ¡Un corazón honrado y fiel! (…) Quien le conoce, no deja de quererle”. Y es realmente así. En fin, una novela de introspección, de calado moral, donde la acción es más interior que exterior. Una novela que es una historia de amor; de amor a una vida sencilla, tranquila, sin aspavientos. Una novela magnífica, que está entre las más grandes. Así de claro."

Fdo: Tertuliano del encuentro

martes, 9 de noviembre de 2010

Una lectura de "La Estrella Peregrina"

He leído "La Estrella Peregrina" y aunque en mi blog doy bastantes más detalles de mis impresiones, por citar algunas de las más relevantes diré que:
1- Me ha parecido brillante la holgura con la que la autora Ángeles de Irisarri se mueve en plena edad media. No hay teatralidad, ni extrañeza en las descripciones de personajes y situaciones. Tiene la virtud de hacerlos a la par que cercanos y propios de su tiempo.
2- Me ha gustado el sentido del humor que muestra en toda la crónica novelada. Me recuerda mucho la socarronería de Cervantes.
3- Es muy de agradecer que no se someta a lo políticamente correcto, y que valore la realidad en lo que tiene de respetable por sí misma.
4 y última- Me ha confirmado en la convicción de que los partícipes en los Encuentros Miguel Delibes somos unos privilegiados. Sus miembros entenderán perfectamente porqué lo digo.
Lo dicho, la exposición más detallada pinchando aquí.
Rafael